VISITA DEL DÍA SÁBADO

Oración de S. Alfonso
Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombres estáis de día y de noche en este adorable Sacramento, todo lleno de piedad y de amor esperando, llamando y recibiendo a todos los que vienen a visitaros: yo creo que estáis presente en el Santísimo Sacramento del Altar; os adoro desde el abismo de mi nada y os doy gracias por todas las mercedes que me habéis hecho y especialmente por haberme dado en este sacramento vuestro Cuerpo, vuestra Sangre, vuestra Alma y vuestra Divinidad; por haberme concedido por mi abogada a vuestra santísima Madre la Virgen María y por haberme ahora llamado a visitaros en este lugar santo.
Adoro a vuestro Amantísimo Corazón y deseo adorarlo por tres fines: el primero en agradecimiento por esta gran dádiva, el segundo para desagraviaros de todas las injurias que habéis recibido de vuestros enemigos en este Sacramento y el tercero, porque deseo en esta visita adorarlo en todos los lugares de la tierra donde estáis sacramentado con menos culto y más olvido.
Jesús mío, os amo con todo mi corazón; pésame de haber tantas veces ofendido en lo pasado a vuestra infinita Bondad; propongo, ayudado de vuestra gracia, enmendarme en lo venidero, y así, miserable como soy, me consagro todo a Vos y os entrego y resigno en vuestras divinas manos: mi voluntad, mis afectos, mis deseos y todo cuanto soy y puedo. De hoy en adelante haced, Señor,  de mi todo lo que os agrade; lo que yo quiero y lo que os pido, es vuestro santo amor, la perfecta obediencia a vuestra santísima voluntad y la perseverancia final. Os recomiendo las almas del Purgatorio, especialmente las más devotas del Santísimo Sacramento y de María Santísima, y os ruego también, por todos los pecadores. En fin, Amado Salvador mío, deseo unir todos mis afectos y deseos con os de vuestro amorosísimo Corazón: y así unidos los ofrezco a vuestro Eterno Padre y le pido en vuestro nombre que por vuestro amor, los acepte y reciba benignamente. Amén.

Venid a Mí todos… Mat. 11-28

Voz de Jesús
Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os aliviaré. Estoy aquí en la soledad del Sagrario, con la bondad del padre cariñoso, con la sinceridad del hermano, con la lealtad del mejor amigo; tengo el corazón rebosante de ternura, dispuesto a llenaros de favores, pero ¡ay! también lo tengo partido de dolor por las ofensas de algunos… y espero que esta visita me sirva de desagravio, de amor y de reparación. 
Nacisteis para el cielo y es natural, los bienes terrenos, efímeros y caducos no satisfacen vuestras aspiraciones: únicamente Yo, que soy Dios, puede satisfacerlas: no vayáis entonces tras las criaturas: ellas os darán un placer momentáneo dejando sembrada de remordimientos la conciencia: venid a Mí, solo Yo puedo ser vuestra recompensa.
Dadme, hijos míos, vuestros corazones. Yo reclamo vuestro cariño, me cuesta tantos sacrificios: fijad vuestra vista en mi pecho; aquí tenéis mi corazón, examinadlo… y “si la cruz que lo corona, las espinas que lo clavan; si la lanza que lo hiere y las llamas que lo abrazan no son pruebas y recuerdos siempre frescos de mi amor a vosotros, ¡ah! echad entonces al olvido mi nombre y cubridme de maldiciones si queréis!, pero si el amor que os tengo es infinito, ¿por qué he de ser tan poco amado?” Nadie como Yo os ama; venid, pues, todos a Mí.
Amor menospreciado como el mío exige desagravio y reparación; ofrecedme si no hoy, cualquier otro día una corona, un ramillete espiritual tejido con la virtud y el sacrificio para presentarlo a mi Padre celestial a fin de detener su justicia sobre el mundo que está tan malo y sobre esta patria que tanto debe… Yo estoy en el Sagrario como Moisés en otro tiempo, intercediendo en bien de los hombres, y ellos, ingratos, me ofenden y desprecian: buscan la paz y se alejan de Mi que soy el Príncipe de ella; la sociedad me arroja de su seno; el gobierno… de sus leyes… la familia del hogar; todos hacen abstracción de Mi, como si Yo fuera un estorbo para la dicha que anhelan. ¡Oh cuánto sufre mi corazón! Venid todos a Mi…
En mi corazón todos tienen cabida: venga el pecador para convertirle, el tibio para enfervorizarle, el indiferente para que me conozca, el enfermo para sanarle, el justo para que persevere, el santo para santificarlos más: venid a Mí todos los que estáis cargados y trabajados y Yo os aliviaré.



Meditación
Ahora medita un momento lo que has leído.

Rezo
Luego reza tres Padres Nuestros por la Propagación de la Fe.

Oración por el Papa
¡Oh Señor! nosotros somos millones de creyentes que postrados a vuestros pies os suplicamos salvéis, protejáis y conservéis por mucho tiempo a Padre de la gran Sociedad espiritual y también nuestra, el Vicario de Jesucristo. En este día, como en todos los otros, os ofrecemos con sato fervor la Hostia de amor y de paz, por nosotros también. Dignaos pues, Señor, miradnos con ojos piadosos, ya que, desconfiando de nosotros mismos, os pedimos principalmente por su medio.
Unid nuestras súplicas a las suyas y recibidlas en el seno de vuestra infinita misericordia, como perfume suavísimo de la caridad viva y eficaz con que los hijos están en la Iglesia unidos al Padre. Todo lo que El os pide hoy, nosotros lo pedimos con él. Si sufre, si goza, si espera o se ofrece como víctima de caridad por su pueblo, nosotros queremos unirnos a él, deseando también que los sentimientos de nuestro corazón se unan con los suyos.
Haced, pues, Señor, por misericordia, que, cuando os ruega u ofrece el Sacrificio de vuestro Hijo Bendito, ni uno solo de nosotros esté lejos de su pensamiento y corazón, y en el momento en que nuestro veneradísimo Pontífice, teniendo en sus manos el mismo cuerpo de Jesucristo diga al pueblo, sobre el Cáliz de bendición estas palabras: “la paz del Señor sea con vosotros”. Haced, Señor, que vuestra dulcísima paz descienda con nueva y visible eficacia en nuestro corazón y en el de todas las naciones. Amén. 

(200 días de indulgencia una vez al día aplicable a las almas del Purgatorio. León XIII 8 Mayo 1896)


Comunión Espiritual
Es el deseo de recibir a Nuestro Señor Sacramentado. Puede hacerse a cualquier hora del día o de la noche: basta no estar en pecado mortal y de estarlo, arrepentirse sinceramente y ponerse en gracia de Dios mediante el acto de contrición perfecta: es de suma utilidad al alma.

Comunión Espiritual, según San Ligorio
Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento: os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros: pero no pudiendo ahora hacerlo sacramentalmente, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya os tuviera conmigo, os abrazo y me uno con Vos: no os apartéis jamás de mí.

Súplica a María Santísima
Inmaculada Virgen y Madre mía María Santísima! A vos que sois la Madre de mi Salvador, la reina del mundo, la bogada, la esperanza y el refugio de los pecadores, recurro en este día, yo que soy el más miserable de todos. Os venero ¡oh gran Reina! y humildemente os agradezco todas las gracias y mercedes que hasta ahora me habéis hecho, especialmente la de haberme librado del infierno, tantas veces merecido por mis pecados. Os amo Señora amabilísima y por el amor que os tengo propongo siempre serviros y hacer todo lo posible para que de todos seáis servida.
En Vos ¡oh Madre de Misericordia! después de mi Señor Jesucristo, pongo todas mis esperanzas: admitidme por vuestro siervo y defendedme con vuestra protección y ya que sois tan poderosa para con Dios, libradme de todas las tentaciones y alcanzadme gracias para vencerlas hasta la muerte. Os pido un verdadero amor para con mi Señor Jesucristo; y por Vos espero alcanzar una buena muerte.
¡Oh Señora y Madre mía! por el gran amor que tenéis a Dios, os ruego que siempre me ayudéis; pero mucho más en el último momento de mi vida; no me desamparéis hasta verme salvo en el cielo, alabando y y cantando vuestras misericordias por toda la eternidad. Amén

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