VISITA DEL DÍA MIÉRCOLES

Oración 
Atended, Señor, desde vuestro Santuario, desde lo alto de los cielos y contemplar esta sacrosanta Hostia que el Gran pontífice Jesucristo, vuestro Hijo y nuestro Señor, os  ofrece por los pecados de sus hermanos y aplacad vuestro enojo a pesar del exceso de nuestra malicia. Mirad que la sangre de Jesucristo, nuestro hermano, os está dando voces desde a Cruz.
Escuchadla, benignísimo! Señor, aplacaos; atended de vuestra misericordia  y redimidnos! Por amor de Vos mismo ¡oh Dios mío! no aguardéis más, pues esta ciudad es vuestra y vuestro es este pueblo y así tratadnos según vuestra misericordia. Amén.

Amigo, ¿a qué has venido? Mateo 26, 49.

Habla  Jesús
Lo recuerdo y jamás lo olvidaré. Durante mi vida mortal segregué del mundo doce hombres y los hice mis Apóstoles predilectos: los elegí para que fueran mis amigos, mis confidentes; para hacerlos depositarios de mi doctrina y los cultivadores de mi viña… Quién lo hubiera creído, uno de ellos fue infiel a mi amor y su correspondencia a él se cambió en la más negra ingratitud, jamás vista. Ese apóstol es Judas, el hijo de la perdición. 
Fue a buscarme seguido de gente armada...capitaneando una turba de perversas intenciones… Y Judas se acercó a Mí y con refinada hipocresía y me besó… puso sus labios en el mismo rostro que mi Madre inmaculada me besó un día… Quise convertirlo tratándole de amigo y preguntándole: a qué has venido? pero  su corazón, presa del Demonio permaneció endurecido y me entregó…
Y ese beso deicida aún resuena en mis oídos… En el Tabernáculo en que vivo, amo y espero, tengo el teatro de la misma escena de aquella noche en que con un beso… fui entregado… Se renueva cuando los que se acercan a Mí, vienen manchados como Judas por el pecado; cuando vienen indispuestos… Comulgan en pecado mortal y juntan en su corazón al Demonio, mi enemigo eterno, conmigo que soy tres veces Santo… Se acercan a comulgar ofreciéndome cariño… y al pretender darme un beso, cambian la demostración de afecto y de amor en la más grande alevosía… El que comulga o me recibe con impura conciencia, piensa tal vez alimentarse con mi Cuerpo y Sangre ¡infeliz! no sabe que come y bebe su propia condenación!
A los que comulgan sacrílegamente puedo decirles como a Judas: ¿a qué has venido? ¿Con un beso entregas al Hijo del hombre? Yo que como a Judas les he dispensado tantas gracias y hecho tantos favores; Yo que como a él les he amado con predilección, sufro y con razón, la decepción de aquella noche… y lamento el instante de aquél beso que me entregó. Recibir ofensas del enemigo, nada o poco importa, es natural; pero recibirlas de quien se ama, es inaudito…
Echa una mirada a tu pasado, alma mía, tú que actualmente estás ante Mí; piensa un poco y ve si has contristado también mi Corazón con el beso de una comunión sacrílega, o con la irreverencia o de otra manera… Si así los has hecho, pueden aún cambiar el beso de traición por el de amor… y si no, ojalá que al acercarte a recibirme no te avergüences si te digo: Amigo ¿a qué has venido?

Meditación
Ahora medita un momento lo que has leído.

Rezo
Luego reza tres Padres Nuestros por la Propagación de la Fe.

Comunión Espiritual
Es el deseo de recibir a Nuestro Señor Sacramentado. Puede hacerse a cualquier hora del día o de la noche: basta no estar en pecado mortal y de estarlo, arrepentirse sinceramente y ponerse en gracia de Dios mediante el acto de contrición perfecta: es de suma utilidad al alma.

Comunión Espiritual, según San Ligorio
Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento: os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros: pero no pudiendo ahora hacerlo sacramentalmente, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya os tuviera conmigo, os abrazo y me uno con Vos: no os apartéis jamás de mí.

Oración por la santificación del clero.
¡Oh Jesús! Pastor eterno de las almas, escucha nuestra oración por los sacerdotes. Atended en ella al mismo anhelo infinito de vuestro Corazón ¿Acaso no es el amor a los sacerdotes su latido más tierno y delicado, el amor soberano en el cual se reúnen todos vuestros amores a las almas? - Confesamos si, que nos hemos hecho indignos de tener sacerdotes santos; pero vuestra misericordia es infinitamente más grande que nuestra necesidad y malicia. ¡Oh Jesús! Haced que asciendan a vuestro sacerdocio sólo aquellos  que por Vos son llamados; iluminad a los pastores en la elección; a los directores  espirituales en el consejo; a los educandos en el cultivo de las vocaciones; dadnos sacerdotes que sean ángeles en la pureza, perfectísimos en la humildad, serafines de santo amor, héroes de sacrificios, apóstoles de vuestra gloria, salvadores y santificadores de las almas. 
Tened piedad de tantos ignorantes, a los  cuales deben servir de luz: de tantos hijos del trabajo que piden se les redima en vuestro nombre, preservándolos de todo engaño; de tantos niños y de tantos jóvenes que suplican se les salve y lleve a Vos: de tantos que padecen y necesitan un corazón que les consuele en el Vuestro.
Mirad cuántas almas llegarían a la perfección por el ministerio de sacerdotes santos!... Tened compasión, pues, una vez más de las muchedumbres que tienen hambre y sed! Haced que vuestro sacerdocio lleve a Vos toda aquella lánguida humanidad, para que así, una vez más sea por ella renovada la tierra, exaltada vuestra Iglesia, establecido en la paz el reinado de vuestro Corazón.
Virgen Inmaculada, Madre del Sacerdote eterno, y Vos misma, sacerdote y altar, que tuvisteis por primer hijo de adopción a Juan, el sacerdote predilecto de Jesús, que en el Cenáculo, oh Madre y Reina de los Apóstoles, presidisteis su reunión, dignaos poner en vuestros labios nuestra humilde plegaria, haced Vos misma  resonar sus acentos cerca del Corazón de vuestro Divino Hijo y con vuestra omnipotencia suplicante, alcanzad a la Iglesia de vuestro Jesús una Pentecostés perpetuamente renovada. Así sea. 

(Indulgencia de 7 años y 7 cuarentenas a los que recen esta oración con devoto y contrito corazón. Pio X 27 Oct. 1907).

Corazón de Jesús, modelo de corazón sacerdotal, ten misericordia de nosotros (300 días de indulgencia. Pío X 2 Sept. 1907)


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