VISITA DEL DÍA MARTES

Oración a Jesús Sacramentado
Nuestras faltas, Señor, obscurecen nuestra inteligencia tornándonos descuidados en amarte como debiéramos. 
Alumbra nuestro espíritu con un destello de tu viva luz. Tú eres el amigo, el Redentor, el Padre de aquél que arrepentido se vuelve hacia tu corazón y nosotros nos volvemos arrepentidos hacia Ti. 
¡Oh Jesús sálvanos! Por tu bondad infinita dígnate suplir nuestras miserias. 
¡Oh, Jesús, en Ti esperamos, pues sabemos que al precio de tu muerte en la Cruz nos diste la salvación, y que el deseo de nuestra salvación determinó a quedarte para siempre y continuamente en el Santísimo Sacramento, a fin de poder unirnos contigo cuantas veces lo deseamos. 
Para agradecerte todo el cariño que nos profesaste, prometemos, Señor, con tu gracia recibirte en el Santísimo Sacramento con tanta frecuencia como podamos y publicar tus alabanzas en la Iglesia y en todas partes sin respetos humanos. 
Llenos de confianza en tu Sagrado Corazón, te suplicamos, Señor, conserves en tu amor a aquellos que te aman y llames a todos a recibirte cada día en el Altar como tan ardientemente lo deseas. 
Amén.

(300 días de indulgencia cada vez, aplicable a las almas del Purgatorio, Pio X 26 de Junio de 1906)

Y el Verbo se hizo carne. San Juan 1, 14

Voz de Jesús
Pecó el hombre en el Paraíso, alma cristiana. Perdió con el pecado todos los dones y  gracias con que fue adornado y el cielo para el cual fue creado. Sin esperanzas de salvación, ofrecíme en rescate suyo a mi Padre que exigía una reparación equivalente a la ofensa y le dije: Padre, yo tomo sobre mí la culpa del hombre; yo me revestiré de sus miserias  y debilidades y con la librea del pecado, para obrar su Redención. He aquí que vengo…
Y mi Padre aceptó el Sacrificio ofrecido y cuando en el reloj de los tiempos sonó la hora de salvación, bajé al seno de una Virgen cuyo pecho estaba lleno de todas las gracias; cuyo corazón me amó cual jamás corazón humano ha amado ni amará. Luego después busqué dónde nacer, me dirigí a Belén y los míos no me recibieron, me cerraron las puertas… me despreciaron… Un pesebre… Un establo me albergó: ahí nací Yo, el Verbo Eterno, el Redentor de las almas, el Salvador del mundo…
El pesebre se perpetúa en el Sagrario, que es mi cielo y mi trono: desde él quiero llegar a todos los hombres para encarnarme y renacer en ellos mística o espiritualmente. ¡Ah! también muchos de éstos como aquellos no quieren recibirme y como en Belén voy golpeando los corazones, los hogares y no pocos me responden: no hay lugar, la casa  está tomada, has llegado tarde…
También tu, alma mía, quieres despreciarme, cerrarme las puertas? ¡Ah! no, al menos tú ámame y bríndame hospedaje de amor, albergue de caridad. La renuncia formal al pecado, el desapego de las cosas terrenas, la fidelidad y generosidad en servirme, la pureza de intención, me hará venir a ti con mis gracias, encarnarme en ti, no por nueve meses sino mientras vivas, hasta cuando juntos vayamos al Padre de donde vine. Una sola cosa me aleja de las almas, el pecado; viviendo en gracia estoy unido a ellas: nunca abandono si no soy abandonado, nunca me separo si no se me arroja…
No te excuses para recibirme; vengo sin aparato, sin pompa, sin ostentación, sin ruido, sin poder, con el objeto de inspirar confianza y disipar todo temor. Basta ¡oh! Cristiano! Desocupa el corazón de las cosas terrenas y recibirás las celestiales que traigo: eres pobre, Yo soy rico… eres débil, Yo , fuerte… eres ignorante, Yo, sabio… eres mortal, Yo, eterno… eres desgraciado, Yo, feliz… déjame entrar y verás cuan suave, cuán bueno soy.
Busco corazones amantes para hacerlos felices y llenarlos de favores: nadie tan feliz como Yo que me satisfago plenamente y soy capaz de embriagarte con mis delicias… No te quejes de no conocerme: tal cosa pudieran decir los despreciadores de aquél tiempo, más no tú, a quien tan claramente me he manifestado , a quien tantas pruebas de amor he dado, a quien he tratado con tanta compasión, a quien cuido con tanto cariño… Déjame, pues,  venir a Ti, alma mía; soy tu Dios y tu Rey, tu Creador y Salvador. Puedes  ser mi madre y mi hermano,  y es mi madre y es mi hermano  el que hace la voluntad de Dios. 

Meditación
Ahora medita un momento lo que has leído.

Rezo
Luego reza tres Padres Nuestros por la Propagación de la Fe.

Comunión Espiritual
Es el deseo de recibir a Nuestro Señor Sacramentado. Puede hacerse a cualquier hora del día o de la noche: basta no estar en pecado mortal y de estarlo, arrepentirse sinceramente y ponerse en gracia de Dios mediante el acto de contrición perfecta: es de suma utilidad al alma.

Comunión Espiritual, según San Ligorio
Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento: os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros: pero no pudiendo ahora hacerlo sacramentalmente, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya os tuviera conmigo, os abrazo y me uno con Vos: no os apartéis jamás de mí.

Oración por la ciudad
Mirad, Señor, Padre Santo y contemplad desde vuestro santuario y trono excelso de los cielos, esta Hostia Sacrosanta que os ofrece nuestro gran Pontífice, Jesucristo Señor Nuestro, Hijo vuestro Santísimo, por los pecados de sus hermanos, y aplacaos, no mirando a nuestra excesiva malicia,. He aquí que la voz de la sangre de nuestro hermano Jesús clama a Vos desde la Cruz. Oídla, Señor, aplacaos, Señor, atendednos y por ser quien sois no tardéis, Dios mío, porque vuestro nombre ha sido invocado sobre esta ciudad y sobre vuestro pueblo y obrad con nosotros, según vuestra misericordia. Amén 
Para que os dignéis defender esta ciudad, pacificarla, guardarla, conservarla y bendecirla. Os rogamos nos escuchéis. (100 días de indulgencia, una vez al día. Pio IX, 4 febrero 1877).

Corazón Eucarístico de Jesús, tened piedad de nosotros. (300 días de indulgencia, 1907)

Dulce corazón de Jesús, tened piedad de nosotros y de nuestros hermanos extraviados (100 días de indulgencia. Pio X, 1908).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Gracias por comentar en nuestro Blog

Visitantes

contador de entradas