¡Ustedes, espíritus celestiales, ustedes, siervos de Dios!
Los espíritus malignos u soberbios, envidiosos, perturbadores y astutos se conjuraron para nuestra perdición; por eso invocamos su apoyo a fin de que un número tan grande de enemigos orgullosos, astutos y poderosos no pueda vencernos en la vida ni tampoco en la muerte. Ayúdennos, ustedes Santos Ángeles.
Combatan fielmente por nosotros día y noche en esta lucha permanente. Me encomiendo especialmente a ti Santo Ángel, a cuya protección la Bondad Divina me confió. Te pido:
guíame, que estoy ciego;
enséñame, que soy ignorante;
fortaléceme, que soy débil;
protégeme, que soy indigno;
vuelve a traerme, cuando me desvíe;
incítame, cuando esté perezoso;
despiértame, cuando duerma;
ayúdame a avanzar, cuando yo ande.
Ayúdame, ante todo, para que aquél combate último y más difícil que me espera a la hora de mi muerte con los espíritus malignos, tenga para mí una salida feliz, a fin de que mi alma logre la compañía de los Ángeles y pueda cantar después de la victoria alcanzad: "Roto está el lazo y estamos liberados" (Sal. 123,7). Amén.
(San Pedro Canisio, S.J.)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar en nuestro Blog